Poemas del alma y para el alma
La tarde
Cual gigantesca hoguera que rodara
por ese azul ilimitado espacio
el sol se acerca, amarillento y lacio
hacia los montes que, a ocultarlo van.
Del ancho seno de mi ardiente valle
alzóse ya su fecundante lumbre;
del monte opuesto la elevada cumbre
sus tibios rayos coronando están.
Ligeras nubes cruzan el espacio,
cual blancas aves que arrebata el viento:
__ Parece el cielo, en tan fugaz momento,
inmenso lago de plateada luz.
Y detenido sobre la alta cumbre
un breve instante el sol, fulgura ardiente
como un volcán, en tanto que al oriente
se tiñe el cielo de sereno azul.
Entonces dejo mi mansión amada
y voy a ver la escena vespertina
fuera del pueblo, frente a la colina,
do esconde el sol su deslumbrante faz.
__ Sígueme pues, y en mi incipiente lira
ensayaré cantar mis impresiones;
ven; aquí se oyen deleitables sones;
aquí se goza plácido solaz.
La blanda brisa a refrescarnos viene
de los ardores tórridos del dí,
infundiendo en el pecho la alegría,
y dando nueva vida a nuestro ser.
Por entre chozas, árboles y arroyos
encaminamos la ligera planta:
variado cuadro que la vista encanta,
aún no copiado por ningún pincel.
Cual las murallas, en pasados tiempos,
cercando el pueblo de alineadas calles,
se alzan asi, de mis ardientes valles
las chozas de ligera construcción
en pintorezca confusión se extienden
por el tendido y anchuroso llano:
¡ cuántas miserias del linaje humano,
al verlas, no adivina el corazón!
Por entre ellas, y en tortuoso giro,
dando en el paisaje amenidad, frescura,
corren arroyos, cuya linfa pura
el abrazado suelo fecundó.
Clavo mis ojos en sus ondas claras,
que ruedan juguetonas, presurosas,
y pienso que, así, pasan candorosas
las ilusiones de la edad de amor.
Hortensia Antommarchi...Poetiza Colombiana.
|