Poemas del alma y para el alma
Imagen de la bestia
El público ovaciona sin medida,
bebiendo manzanilla en las tribunas,
al toro, que ya sale a dar su vida
en un ruedo alumbrado por la Luna.
¡Y grita con eufóricos acentos
arengas de pasión desenfrenada,
loando al matador, con sentimiento,
que le ha de torturar con una espada!.
La arena, que dibuja sus siluetas,
y brilla ante sus ojos fascinada,
parece una medalla -allí, tan quieta-,
de oro, que ha de ser ensangrentada.
La corte de caballos da la vuelta
llevada del cabestro, con honores,
por amos (...) que propician esa ‘fiesta’,
que lucen bellos trajes de colores.
¡Y empiezan a puyar con saña fiera
al toro, con agudas banderillas;
lo engañan con capotes las cuadrillas
que tienen por objeto el que le hieran!.
Cansado de correr por los rincones,
escarba casi exangüe y echa espuma,
sintiendo que el dolor le da punzones,
en tanto que su hálito se esfuma.
Arrolla con sus cachos al torero
de súbito, y su cuerpo tambalea;
e intrépido y soberbio su lancero
asume la defensa y lo espolea.
La imagen de la bestia, enrojecida,
doblega sus rodillas y babea
-pidiéndoles perdón, escarnecida
en una maquiavélica odisea.
Al ¡O-LE!... victorioso de la turba
-que grita una vez más, enardecida-,
se vuelca moribundo y se conturba,
al ver que ya lo arrastran de una brida.
... ¡Y nadie hay que defienda sus derechos!:
¡Estoica humanidad envilecida!;
¡infatua!, que no tiene entre su pecho
la dulce compasión que hay en mi vida.
Por - Boris Clay
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